Sobre el Amor - parte 1/infinito

La palabra más popular y por ende más trillada, es la menos entendida y peor utilizada.

AMOR.

Se la ha maltratado de tantas maneras viles y crueles, despreciada y botada a la basura dentro de miles de bollos de papel con notas de falsedad y engaños; usada con hipocresía y conveniencia propia, usada como títere para hacer el mal. Y, sin embargo, sigue siendo la palabra más poderosa del mundo entero. Pero… ¿qué es el Amor? ¿Se han preguntado alguna vez qué significa el Amor? Seriamente.

Si me preguntan a mí, bajo mi subjetividad se me abren infinitos hilos de respuestas, todas por igual, uffff… tanto por decir que creo que ni una sola noche de charlas con birras de por medio alcanzaría para expresar los diferentes puntos y perspectivas que podrían abordarse. Incluso al pensarlo puedo ver, o más bien, RECORDAR hilos perdidos que jamás les había prestado atención y ahora veo con claridad. Y la realidad es que, para ser honesta, si a la Sofi de hace 5 años le hubieran preguntado qué es el Amor, ella respondería por nombres de personas que ella amó, y con la intensidad y pasión que amó. Y está bien, pero se limitó a una sola forma de amar. Acaso no les pasó o les pasa que ponemos más énfasis y emociones a una forma de amar en particular? Como ser… el amor romántico, de pareja, quizás alguna amistad, pero más que nada el de pareja. Algunos ponemos muchos sentimientos en esa forma de amar, casi absolutos, casi obsesivos y adictivos.

A mí me pasa (y ni te digo en el pasado) porque soy una romanticona del orto que ama con intensidad ( Y SÍ). Pero aprendí a abrirme más y ver el amor desde otra perspectiva. No digo que amar con locura a alguien esté mal, ni ahí; digo que no hay que limitarse a una sola forma de amar. Hay que expandirse y ver el amor en lugares y formas imperceptibles. Hay que sentirlo dentro de uno, al mirar el cielo, o al sentir la brisa fresca a primera hora cuando surge el Sol del horizonte. El Amor hay que verlo en los colores, en la música del hombre y de la naturaleza,  en una caricia, en un gesto amable, en la bondad del corazón, en la honestidad del otro, incluso cuando es brutal pero cierta. El Amor está cuando das… el Amor está cuando recibís, cuando se ayuda por solidaridad e ingenuidad. El Amor está en el cuidado de una hoja, de aquel viejo potus de añares, en la dedicación de su cuidado. El Amor está en la mirada de un animal, de nuestros compañeros del hogar, en una lamida en una herida o en una sacudida desenfrenada de cola al vernos llegar a pesar de que sólo pasaron horas desde que nos vieron. El Amor está presente cuando uno contempla un paisaje o mira hacia arriba mientras se camina por las calles de la ciudad; está cuando una hormiga se cruza en nuestro camino y sonreímos sin pisarla, en el respeto hacia la Naturaleza, hacia nuestro gran Hogar, nuestra Madre Tierra. El Amor también está en el conocimiento porque a través del conocimiento expandimos nuestra cosmovisión y en la expansión podemos encontrar más caminos donde explorar y experimentar esa amplitud.
Y podría decir tantas cosas, debo admitir que es difícil poner en palabras lo que va más allá de una definición limitante, de hecho, tengo pensado seguir escribiendo más sobre este tema, pero creo que hasta aquí es suficiente introducción.  

En fin, para vos, ¿qué es el Amor?

                            Si la vida no es un campo de experiencias, entonces no sé qué sería.

EXPERIMENTAR EXPERIMENTOS PARA NUEVAS EXPERIENCIAS. 

Eso es lo que hacemos día a día, a cada momento. Las experiencias nos forman y el cómo orienta el camino de nuestro andar. 

Las limitaciones de nuestra percepción... aquello no importa mucho. La percepción, sí. (Vamos a cambiar el foco de atención en lo que realmente importa). Nuestra forma de percibir el entorno ya nos indica de qué manera va a entrar la información en nosotros. Y esa información junto con otras ya almacenadas crearán una cadena de conocimientos y aprendizajes. Es nuestra herramienta primeriza y directa de asociación y comprensión. Vista, audición, olfato, gusto y tacto. Sí, bastante limitado, pero es parte del sistema en el que nos tocó nacer. Así que, 

¿por qué entonces no aprovecharlas, ejercitarlas y agudizar?

Eustace

En el 2012 escribí un cuento bastante peculiar, hasta yo misma me sorprendo de su contenido. Es interesante, trata sobre la pérdida de un amor por celos, obsesiones y egoísmo. Pero esa no es la parte interesante, sino el hecho de que al escribirlo solamente me enfoqué en la pérdida de un amor cuando en realidad el pobre Eustace perdió algo más que una novia... perdió toda una vida de relaciones.
 Se consumió por dentro.

22 de agosto de 2012

Un anciano llamado Eustace vivió toda su vida rodeado de gente que lo apreciaban y querían de verdad. Personas que él también quería y que han estado con él muchísimos años. La vida le ha dejado hermosos recuerdos junto a ellos y tras los años sabía quién valía la pena. Sin embargo, nunca llegó a quererlos de la manera que lo hizo con ella. Hasta a veces resultaba repulsivo para sus amigos, pero a él no le importaba. No le importaba la opinión de nadie y si tenía que perderlos, lo hubiese hecho por ella... 
El anciano estaba en el hall de su casa sentado en su silla de madera favorita, en frente suyo un lago gigantesco se veían los patos danzar por las aguas. Él iba las veces que podía a ese lugar para reflexionar. Más que nada, para comprender el por qué yacía a esas alturas sólo y desgraciado. Seguían los amigos de siempre, pero algunos habían muerto y otros tenían familia, deberes que hacer o simplemente la edad los ponían a todos muy quejosos y doloridos para moverse de sus casas. Sólo con una persona se veía, su vecina que era su amiga desde secundaria. Habían vivido toda una vida juntos, sus padres que eran muy amigos y esa amistad los unió a ellos para siempre. Pero, como todos, tenía una familia en que ocuparse. 
Eustace desde que su casa había quedado vacía, salvo él, se preguntaba: "¿Qué hice mal?". Al principio no halló la respuesta, más se sentía confundido en qué había fallado para que ahora se encuentre sólo, sin su verdadero amor, el por qué había quedado así, desalmado, roto y frío. Sin embargo, al hacerse más viejo, las cosas se le iban aclarando poco a poco…
Todo era perfecto cuando tenía a Raquel. Raquel... esa chica sí que lo había hipnotizado desde el primer momento que la vio. Afortunadamente para Eustace, tuvo la oportunidad de conocerla, enamorarse y vivir juntos por un largo tiempo. Los dos se amaban de verdad, un amor puro y condicional. Ella lo fue todo para él. Se olía felicidad cuando se estaba al lado de ellos. Vivían juntos, hacían casi todo juntos y llevaban una armonía envidiable. Perfecto amor empalagoso. Pero, ¿qué fue lo que paso entonces? ¿Cómo es que un amor tan fuerte se rompió en pocos años? Eustace, al final de su vida, encontró una respuesta: él.
La amaba tanto que llegó a la obsesión. La obsesión lo llevaba a los celos. Los celos a las depresiones. Y depresiones al estado total de creer que no era nada para el mundo. Para Raquel, le partía el alma verlo así, porque por más que intentaba hacer algo por él, Eustace no salía de ese entorno. Lo que hacía que lo ponga así era gran parte por su gran imaginación e ilusiones que tenía. Se tomaba cada palabra de Raquel en serio, la adoraba como una Diosa divina, no le importaba ningún ser más que ella. Él dejó todo por ella... hasta dejaba de importarle los amigos... y cuando veía que las cosas no eran tan así por parte de ella, era fatal para él. Por esas cosas, Raquel no pudo soportar ese sufrimiento porque creía que toda la causa de su tristeza era por ella, y se fue. Eustace trató de tranquilizarla y le rogó que no se vaya, pero no pudo.
Desde su partida no la vio más, ni tampoco supo nada de ella porque él al verla irse de su vida, tuvo varios intentos de suicidios pero todos fallidos. Estuvo en rehabilitación por varios años hasta que lo dejaron ir.  Se mudó lejos de donde estaba, al lugar en donde yace, solo y sin vida. Sin Raquel. 
Ahora, viejo y sólo sentado mirando el lago, pudo entender que su egoísmo y sus inseguridades internas arruinaron su vida. Si tan sólo hubiese comprendido que nadie es igual a otro, que nadie tiene los mismos sentimientos y que en cada uno las cosas son diferentes, comprender que el amor alocado de él no lo sentía ella igual, que los celos no te llevan a ningún lado, que no era el único en su vida, Raquel quizás nunca se hubiera alejado. Pero ya era tarde. Al no dejarla ser libre, el egoísmo lo venció por completo. Llevándose a su vida y a la persona que más amaba. 

Sofía Eva Helm